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EL TIEMPO DETENIDO

 

Cuando entré en la sala polivalente noté como si una bola de acero me derribara y al tocarme me envolviera y me atrapara dentro de ella, para que el frío me calara hasta los huesos. El tendedero plegable estaba al lado de una ventana y mi abuela, ajetreada, con su rebeca y su pantalón de pinza, tendía trapos secos como si tuviera una montaña interminable. Ella era lo único que se movía. El resto de personas miraban hacia algún lugar, probablemente alguno dentro de sí mismos. Permanecían sentados en una mesa circular repleta de recortables en el centro de la sala y todo lo demás era silencio.

Abuela, cómo me duele verte en el tiempo y tener que asumir que los vestigios de una vida fregando de rodillas te calan hasta las entrañas, más allá de la memoria que has perdido en el camino.

Le di un abrazo y le dije que viniera un rato a sentarse conmigo. Ella un poco reticente se agarró de mi brazo y fuimos poco a poco a sentarnos en unos sillones situados en la esquina. No sabia quien era yo pero mi abuela siempre repitió que había que llevarse bien con todo el mundo.

  • Te he traído un regalo de navidad. ¿Quieres que te lo de? - me miró descolocada.

  • Sí claro…si me lo has traío pa mí – y se rió, como si lo que yo había dicho fuera una evidencia.

Cuando alguien pierde la memoria hay resquicios de recuerdos que son imposibles de borrar. Aurora González Sánchez, olvidó su casa, sus hijos, su familia, lo olvidó todo menos su nombre, su pueblo, Priego de Córdoba, y la canción de su pueblo; La aceituna en el olivo.

Mi abuela parecía feliz pero si pasabas tiempo con ella te dabas cuenta de que vivía en una prisión cerebral, un videojuego de absoluta realidad dentro de una selva de caras y lugares nunca transitados.

Abrí mi mochila y saqué con cuidado una caja, envuelta en papel que aún conservaba un sello postal

La abrió y me miró como agradecida.

  • ¿No quieres probar uno? Los he traído para ti.- le dije.

Cogió uno, se puso la otra mano para no ensuciar y por un instante el tiempo se congeló. Se nos congeló a las dos porque hay cosas que trascienden la realidad que creemos conocida. Los Turrolates de almendra “García” trascendieron la memoria de mi abuela y supe que Aurora estaba viajando en el espacio-tiempo, se había ido muy lejos y fue entonces cuando después de varios años, la volví a sentir inmensamente cerca.

 

Raquel Cifuentes (para mi abuela).

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